Hace unos días estuve en una de las clases de cinco años. Era la última semana de curso y todas las tutoras estaban aprovechando para acabar tareas pendientes. Este grupo no era diferente, y los niños y niñas se afanaban por terminar el “Tres en raya” de arcilla que habían comenzado días atrás. Mientras unos, conmigo, decoraban las cajas en las que guardarían su trabajo con pegatinas de colores, otros, con la tutora, pintaban las cabezas y las manchas de las mariquitas rojas y verdes que harían de fichas en el juego.
Precisamente de pintar sus mariquitas venía Silvia, con cara triste y lágrimas en los ojos. Se me acercó y, enseñándome una mancha de rotulador en su dedito extendido, me preguntó:
- ¿Es verdad que las manchas de permanente no se van nunca?
Yo la tranquilicé explicándole que no era cierto. Que tardan más en irse y podía ser que durante un par de días siguiera teniéndola. Pero que era seguro que desaparecería pronto.
- ¿Estás segura?
- Claro. No te preocupes más.
Un poco más tranquila –eso pensaba yo- se dio la vuelta para ir a la mesa de las pegatinas. Pero, como si de repente hubiera recordado algo que quisiera decirme, giró de nuevo y se me volvió a acercar.
- Yo ya sé –me dijo- porque me lo ha explicado mi mamá, que cuando nos hacemos mayores, somos viejecitos y un día nos dormimos y no nos despertamos más, y entonces nos convertimos otra vez en un bebé...
Ya estaba preparándome para responder a una pregunta sobre la reencarnación, cuando Silvia terminó su razonamiento, casi llorando y con voz temblorosa:
- Cuando yo vuelva a ser un bebé ¿tendré todavía la mancha?
1 comentario:
Kaa pero ¿como puede pensar eso una niña tan pequeña?Bueno es que me parece super fuerte de verdad, que graciosa y que ideas....Un besote.Paloma.
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