Este curso mi aula es lo que los políticos llaman "pabellón prefabricado" (algo como esto, aunque este no es mi colegio)y los padres "barracón": Paredes metálicas, techo metálico, pocas ventanas, suelo que vibra cuando los niños se mueven (tanto, que a veces se salta el CD si estamos escuchando alguna canción) y temperaturas extremas. A principio y final de curso sobrevivimos gracias al aire acondicionado. Durante el invierno, no podríamos hacerlo sin la calefacción. Cada mañana el conserje enciende mi aparato calefactor a las ocho para que la clase se vaya caldeando. Aún así, cuando yo llego casi una hora después, el agua de la botella que dejo sobre mi mesa está tan fría que parece recién sacada de la nevera.
Pero la cosa ha sido aún peor hoy: una ola de frío con temperaturas a las que estamos poco acostumbrados, lluvia casi continua desde hace dos días, ni un rayito sol... y una avería eléctrica.
Cuando he llegado a trabajar he sabido que no había luz y que los electricistas todavía no habían aparecido. Todo el colegio estaba helado, pero más aún las dos aulas prefabricadas.
A las nueve, en el momento en que se abrían las puertas y los niños comenzaban a entrar, han llegado los electricistas. He hecho pasar a mis niños a clase, pero no les he permitido quitarse las chaquetas: hacía demasiado frío. Les he dicho que estaríamos así hasta que arreglaran la luz y pudiéramos encender las estufas.
Pero el frío no era el único problema. La escasa iluminación tampoco ayudaba. He descolgado de la pared las cortinas de una de las ventanas. Las otras dos no tienen cortinas, pero tienen unas placas exteriores a modo de persiana que quitan mucha luz. Puesto que, además, el sol no estaba a la vista ni tenía previsto aparecer, decir que veíamos lo que hacíamos es ser generosa.
Comenzar a "trabajar" estaba descartado: los niños no podrían casi ni ver la pizarra y mucho menos sus fichas. "Que bailen, y así al menos entran en calor" ha sugerido la directora. Pero hacer eso en un aula en el que cualquier movimiento un poco más brusco de lo normal hace que algún objeto caiga de la estantería no me parecía una buena idea. Además, no teníamos música, claro. Las opciones eran un poco limitadas pero he conseguido mantenerlos entretenidos mientras deseaba mentalmente que los técnicos consiguieran reparar la avería cuanto antes.
Casi a las once la directora ha vuelto por clase: todavía no sabían con certeza dónde estaba la avería, pero lo suponían: bajo una de las aulas prefabricadas. Resulta curioso que tarden tanto en decidir dónde colocarlas, que ignoren nuestra opinión al respecto, porque es mejor tomar una decisión basada en criterios técnicos que en criterios pedagógicos y que al final, su decisión cause problemas técnicos... Porque, evidentemente, era imposible mover o desmontar el aula para solucionar la avería.
Y los problemas seguían. Porque a esa hora llegaba la furgoneta de reparto del comedor, pero la "mesa caliente" no funcionaba y no podía mantener caliente la comida de los niños. Pero tampoco funcionaba el microondas para calentarla. Ni siquiera funcionaba el lavavajillas ni había agua caliente para lavar los platos. Por no hablar de la nevera...
Llegado a este momento lo razonable quizás habría sido llamar a los padres, uno por uno, para informarles de la situación. Y que, quien pudiera, se llevara a su hijo a casa para que dejara de pasar frío y para que pudiera comer caliente. Pero es que tampoco funcionaba el teléfono. Porque hace un mes nos obligaron a cambiar nuestro teléfono, el de toda la vida, por un nuevo sistema de telefonía IP. Que además de funcionar bastante mal (es una larga historia que no voy a contar ahora) necesita estar conectado a la red eléctrica; cosa que, evidentemente, hoy no ha sido posible.
A la hora del almuerzo no he tenido valor para hacer que los niños se lavaran las manos en agua helada. Es verdad que helada está siempre, pero al menos en un día normal entran en calor rápidamente. Se han limpiado las manos con toallitas húmedas y he decidido que después del almuerzo saldríamos al patio a jugar un rato. Vale que era un día frío, vale que el patio está lleno de charcos porque el hormigón del suelo está levantado por las raíces de los árboles. Pero es que en nuestra clase hacía todavía más frío, y al menos fuera podrían correr y entrar en calor. De todas formas mis dudas han terminado pronto: ha comenzado a llover de nuevo y la opción de salir se ha evaporado rápidamente.
En fin, como he dicho al principio, he sobrevivido a este día. Y me alegra decir que mis niños también. A las doce, cuando los que no comen en el comedor se iban a casa, los técnicos estaban colocando un nuevo cable que -creo- sustituirá al que está averiado bajo la prefabricada. Nada más han tenido que traer más de cien metro de cable, pasarlo por encima de los árboles y los edificios, agujerear la pared de uno de los edificios y dejarlo todo funcionando... una hora después de que los niños se hubieran ido.
Espero que el lunes la luz funcione. O que, al menos, llegue la primavera.
4 comentarios:
Que situación tan desagradable, con los niños y sin poder darles clase o mantenerlos calientitos.
Ojalá que el lunes todo esté solucionado y puedan seguir con las actividades diarias.
Un abrazo.
Yo también lo espero. No sé los niños, pero el viernes, una hora después de llegar a mi casa, yo seguía helada...
Mucho ánimo Ka.
¡Qué desesperación e impotencia...! Seguro que la ubicación de los barracones la decidieron unos líiistos, de esos hay muchos en la Administración.
Espero que ya todo funcione bien.
Un beso.
Gracias, Isabel.
Por suerte el lunes todo funcionaba perfectamente... bueno, tan "perfectamente" como funcionan las cosas aquí :)
Sí, hay muchos "listos" de esos: seguro que tú también te has encontrado con unos cuantos.
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