viernes, 23 de octubre de 2009

Sandra

Eran las tres menos cinco de un precioso día de primavera. Estaba rodeada de niñas que, como yo, esperaban el momento de subir las escaleras y entrar en las aulas.
Yo no me había fijado en ella, no sé cuánto tiempo llevaba observándome, pero de repente tiró de mi manga y me dijo algo que no pude oir: eran muchas las risas y demasiadas las voces. Casi imposible escuchar la de una niña tan pequeña.
Me agaché y ella repitió:
- ¿Por qué estás tan triste?
- No estoy triste.
- Sí lo estás. -Afirmó ella. Y preguntó- ¿Puedo darte un beso?
Casi sin esperar mi respuesta lo hizo. Me rodeó con sus bracitos y dejó un beso en mi mejilla.
Ya eran las tres. Corrió hacia su fila y se perdió entre los cientos de niñas uniformadas que entraban en sus clases.

No tendría más de cinco años. Yo tenía diez más que ella. Y sí, estaba triste. Aunque no pensaba que fuera tan evidente.
Desde aquel día, cada tarde me buscó para darme un beso antes de irse a su clase.
Sólo sé que se llamaba Sandra. Y que me alegró aquel final de curso.

Me pregunto qué será de ella...

viernes, 23 de enero de 2009

Revisando los clásicos

El otro día, mientras tomábamos un cafe en "la horchatería" (nuestro lugar de "reunión familiar") cogí a mi sobrino en brazos y le conté un cuento. Luego, le pedí que él me contara uno a mí.

Escogió un clásico: Caperucita Roja. Pero introdujo algunas variaciones...

- "el lobo llegó a casa de la abuelita y llamó a la puerta. La abuelita no abrió y entonces el lobo dijo: "soplaré, soplaré, y la casa tiraré". Entonces el lobo sopló y la casa salió volando. Y la abuelita dijo "¡¡que desastre!!" -me explicó Mario, con las manos en la cabeza mostrando la sorpresa y consternación de la abuelita al ver todas sus cosas tiradas por el suelo.

¡¡Me encantó!!

miércoles, 7 de enero de 2009

¿Por qué mataron a Jesús?

Unos días antes de las vacaciones de Navidad, los niños y niñas de las clases de cinco años fueron a visitar una biblioteca cercana al colegio. Está situada en un edificio antiguo y las obras de arte que conserva no son sólo libros.

Cuando volvieron me contaron, emocionados, lo que habían visto. Una de las cosas que más les había llamado la atención fue "un cuadro de Jesús".

- ¿Sabes, Maestla? A Jesús lo mataron - me dijo Lucía.
- ¿Ah, sí? ¿Y por qué? - pregunté yo, fingiendo sorpresa.
- No sé... - respondió Kevin - Creo que porque pegaba a su mujer.
- Yo creo que no fue por eso...
Pero mi escepticismo pareció convencer a Kevin:
- Sí, sí, fue por eso, le mataron porque pegaba a su mujer - insistió, mientras Lucía le apoyaba afirmando con su cabecita.