viernes, 25 de abril de 2008

Generosidad

De nuevo Ignacio me ha sorprendido.

Hoy se ha celebrado la entrega de premios del concurso de cuentos que se celebra todos los años con motivo de la semana del libro.
Los más pequeños, claro está, no escriben un cuento. Pero lo dibujan. Algunos, dibujan lo que quieren, sin más. Otros, dibujan cuentos que conocen y que les gustan. Y unos pocos son capaces de imaginar una pequeña historia que plasman en dibujos y, a veces, también con letras.
Tres son los ganadores de cada clase. Y a cada uno de ellos se les obsequia con un libro, como no podía ser de otra manera.

Por otra parte, se realiza también un concurso de murales, cuyos ganadores reciben un diploma.
Puesto que se ocultan los nombres de los autores, tanto en los cuentos como en los murales, puede ocurrir que un mismo niño reciba los dos premios.

Y así ha sido este año: Ignacio, que tiene una imaginación prodigiosa y hace unos dibujos preciosos y llenos de detalles ha ganado el primer premio del concurso de cuentos y, además, ha participado junto con dos compañeros en la elaboración del mural ganador. Se sentía muy feliz y satisfecho y su gran sonrisa (que no se ve con mucha frecuencia) contrastaba con las lágrimas de Patricia: a los cuatro años no es fácil comprender que no se puede ganar siempre. Patricia lloraba porque no había ganado, porque no habían dicho su nombre por el micrófono, porque no había subido al "escenario" improvisado con mesas, sillas y una gran alfombra roja, pero -sobre todo- porque no le habían dado ningún regalo.
Estaba sentada en mis rodillas, abrazada a mí y llorando, mientras yo trataba de consolarla. Y entonces Ignacio, sentado justo delante, se giró y me preguntó "¿Llora porque no ha ganado?". Asentí con la cabeza y él le dijo "Patricia, si quieres te doy uno de mis regalos".

miércoles, 23 de abril de 2008

¡No lo digas!

Esta semana celebramos en el colegio la "Semana del Libro". Cada año se dedica a un tema en particular y el de este año era el 50 aniversario de Mortadelo y Filemón.
La entrada del colegio estaba decorada con unas figuras de corcho de Mortadelo, Filemón y su creador, los niños y niñas han coloreado al famoso agente de la T.I.A. con algunos de sus disfraces y hemos visto en clase alguno de los cortos de dibujos animados que existen de sus aventuras.
Mientras veíamos "La máquina de copiar personas" Ignacio me preguntó por qué uno de los personajes dormía colgado de una lámpara.
- Es que le han puesto el cerebro de un vampiro. Y, como los vampiros duermen así, pues él también...
- ¡Maestla, Maestla! -me interrumpió Patricia- ¡No digas eso! Cada vez que dices una palabra de esas sueñas con ella.
Y, por si no me lo creía, me aclaró: "Yo antes decía muchas palabras feas pero ya no porque no quiero tener pesadillas".

viernes, 18 de abril de 2008

Cumpleaños

Ayer era el cumpleaños de Ignacio. Un par de días antes había traído invitaciones para que todos los niños y las niñas de la clase fueran a su casa a merendar y pasar una tarde divertida. Pero parece que no todos iban a conseguirlo.
Desde primera hora de la mañana habían estado excitados, contando las horas -a su manera- que faltaban para la celebración: "Maestla, ahora vamos al patio, luego trabajamos, luego al comedor, luego al patio, luego trabajamos otra vez, luego al patio y luego es el cumpleaños ¿verdad?".
Pero en ese último patio, el de justo antes de la fiesta, Victoria me dijo muy apenada que no iría al cumpleaños. Su madre no la dejaba.
- Pero ¿tú le has dicho a la mamá que tienes muchas ganas de ir?
- Sí... - respondió, mientras una lágrima comenzaba a deslizarse por su mejilla. -Pero me ha dicho que no voy a ir a ningún cumpleaños.
Este es un tema en el que yo no me puedo meter. Pero, sobre todo, no puedo dar falsas esperanzas a una niña que se siente tan desgraciada. No puedo asegurarle que todo se va a arreglar, no puedo prometer que hablaré con su madre y que la dejará ir al cumpleaños. No puedo -ni quiero- desautorizar a una madre que ha tomado una decisión, aunque yo no la comparta. De modo que, tras dejarle claro a Victoria que "la mamá es la que manda" le dije que podíamos hacer algo: hablaríamos con Ignacio para que él supiera que, aunque Isabel no fuera a su cumpleaños, seguía siendo su amiga. No era un gran consuelo, desde luego. Pero la idea de "hacer algo" al respecto podría animarla un poco. Y funcionó mejor de lo que yo esperaba:
Cuando una Victoria llorosa le explicó a un sorprendido Ignacio que no podía ir a su cumpleaños, pero que quería seguir siendo su amiga, él respondió:
- No llores, Victoria: te guardaré un trozo de tarta y te lo llevaré a casa.
Dudo mucho que los padres de Ignacio accedieran más tarde a llevarle el pastel a Victoria: los adultos aún tenemos mucho que aprender de la generosidad de los niños.

jueves, 17 de abril de 2008

Creciendo

Ayer Mohamed se me acercó nada más entrar en clase, con el pantalón subido hasta la rodilla y señalando con su dedito:

- Mira.

Observé con no mucha atención, esperando ver una de esas "marcas de guerra" (moraduras, arañazos, golpes, incluso algún mordisco) que tanto disfrutan los niños enseñando.

- ¿Qué? - Pregunté cuando no vi nada de eso.

- Pelitos - Dijo con ese acento tan marcado que mantiene, a pesar de lo bien que habla ya el español - Es que me hago mayor.