miércoles, 29 de octubre de 2003

El rotulador azul

Ayer uno de mis niños me dio mucha pena. Veréis: se llama Francisco Javier, y es un encanto de niño. Es muy gracioso, pero esta semana ha estado muy agresivo. Tiene sus motivos, porque el lunes ingresaron a su padre en el hospital, para operarlo (de la rodilla, creo) y él ha tenido que quedarse en la casa de sus abuelos. Por más que le guste estar con ellos, siempre es un trastorno para un niño el trasladarse, y les afecta estar unos días sin ver a sus padres. El caso es que desde el lunes ha estado especialmente "pegón" y tuve que poner paz entre él y otros niños y niñas más de una vez. El miércoles, una madre me "sugirió" que cambiara a su niña de sitio (se sienta junto a él) porque se queja de que la pega.
En fin, que el viernes, nada más entrar, volvió a pegarla, y claro, me vi obligada a cambiarle de sitio. Porque, por más que le comprenda, no puedo permitir que ande pegando a todo el mundo. En su nuevo puesto, se sentaba al lado de Elena. Bueno, pues quince minutos después, se levanta Elena llorando, y diciéndo que le han hecho daño en el ojo. Tenía el ojo completamente azul, porque alguien se lo había pintado con el rotulador y, ¿adivinais quien tenía el rotulador azul en la mano? Pues sí, Francisco Javier.
Le dije que se fuera a la mesa redonda (una que suele estar vacía) mientras cogía a Elena para mirar su ojo.
Él intentó empezar a explicarse, pero claro, entre los lloros de la niña, mi preocupación por ver si el ojo tenía algo más que la mancha, y, tengo que reconocerlo, mi enfado por haber pegado a dos niñas en un cuarto de hora, no le dejé hablar, y le repetí, un poco más seria, que se fuera a la mesa redonda. Entonces él, pobrecito, empezó a llorar, todavía más desconsolado que Elena.
Y me dio pena. Así que le miré, y tratando de suavizar el tono lo más posible, le dije que no llorara, y que luego me explicaría lo que había ocurrido.
Limpié como pude el ojo de la niña, vi que no tenía nada serio, y le dije que fuera a seguir con su ficha. Y entonces me acerqué a Francisco Javier, que seguía llorando, sin sentarse, pero junto a la mesa redonda. Le cogí de las manos y traté de tranquilizarle. Le dije que primero tenía que ver si Elena se había hecho daño, pero que ahora ya podía escucharle a él, y que quería que me contara lo que había pasado.
Entonces él me explicó que sólo había querido quitar la tapa del rotulador para pintar, pero que como estaba tan fuerte, había tenido que hacer mucha fuerza, y del impulso, se le había ido hasta el ojo de su compañera... ohhh... pobrecito.... me dio una pena... Le dije que no pasaba nada, que si era así (y me fío de su versión) había sido sin querer, y que entonces yo no estaba enfadada. Y que podía volver a su sitio.
Lo hizo, y se tranquilizó, pero yo no pude evitar sentirme culpable :(

Maestla

La hora de comer

Hoy el día no ha estado mal, porque ha salido el sol. No ha brillado mucho, es cierto, pero al menos ha dado para salir al patio con los niños. Ha sido una suerte, porque hoy no estaban tan tranquilos como la semana pasada. Por lo menos, no todos. Mayra sí. Mayra estaba tan tranquila y relajada, que se ha quedado dormida sobre la mesa. Pobrecita :) Francisco Javier, por su parte, sí estaba alterado. Pero el pobre tenía motivos, porque hoy ingresaban a su papá en el hospital para operarlo mañana. Lo que no sé, es de qué le operan. Y, además, he tenido un montón de "recaditos" de las madres. La de Sergio me ha pedido que lo observe, porque parece que "hace algo raro con los ojos, y no sabe si será un tic". La de Elena, que vea si va al baño, porque hace tres días que no hace caca. La de Luis, que convenza a su hijo de que pida perdón a Adrián, porque le ha pegado una patada antes de entrar al colegio, la de María, que le dé la muda de verano cuando salgamos de clase porque ya me ha traído la de invierno... Y todo eso me lo dicen a la entrada, mientras yo trato de organizar una fila con los niños para ir a clase, de coger en brazos a los que lloran y no quieren entrar, y de luchar contra mi despiste crónico, jejejejjeje.

Y luego está la hora de comer. No sé si os he hablado alguna vez del bar en el que comemos. En el colegio no hay comedor, así que nos tenemos que ir a un bar del pueblo. Es muy elegante, y la presentación de los platos muy buena, pero a mí no me termina de convencer. Yo tengo la desventaja de que mi madre cocina muy bien, así que soy muy exigente. Pero, de todas formas... Para empezar son muy lentos sirviendo. Hay días que tenemos que tomar el café de un trago, porque no nos da tiempo de más. Y hoy hemos pedido una botella más de agua antes de que trajeran el postre, y nos la han dado cuando nos íbamos.
También son un poco despistados; a veces se olvidan de sacarnos el postre a alguno de nosotros. Y no es sólo eso el despiste. Hoy una compañera mía ha pedido tarta, y le han sacado flan. Y un rato después, ha llegado la cocinera preguntando que quien había comido tarta. Mi compañera ha dicho que ella, y la cocinera ha dicho (por si no se había dado cuenta) "es que no era tarta, era flan. Mi marido no los distingue".
El menú consta de tres primeros platos y tres segundos, además de la bebida (agua o vino) el pan, el postre y el café. El precio no está mal del todo, pero aún así mis compañeros piden sólo un plato. De esta manera (y teniendo en cuenta que comemos todos los días allí) nos hacen un pequeño descuento. A mí no me hace mucha gracia eso de comer sólo un plato (no son demasiado abundantes), y pediría dos a pesar de que sale más caro, pero volvemos a la primera pega: son muy lentos. Si comiera los dos platos (y eso que tenemos hora y media para comer) tendría que pedir libre la primera hora de la tarde. Y no creo que el director del colegio esté por la labor...
Pero ya el colmo, es pedir el menú. Porque cuando pone "nata con nueces" que me encanta, y lo pido, me dicen "es que no son nueces, son higos". Y cuando pido natillas, resulta que es cuajada. Pero bueno, entonces, ¿por qué no escriben lo que realmente tienen? No debe ser tan difícil. Y si se lo parece, tienen un montón de maestros comiendo allí todos los días. Que nos lo pregunten.
Además de eso, hay que ir descartando platos. Porque el pescado lo dejan crudo, por ejemplo. El lomo es tan escaso que cuesta trabajo encontrarlo bajo la guarnición. Los calamares no están limpios por dentro. Y la mouse de chocolate... ¡¡¡¡dura!!!! Sí, habéis leído bien. La mouse es dura. No está esponjosa, no, está tan espesa, tan densa, que dan ganas de pedir tenedor y cuchillo para comerla. Lo mismo ocurría con las natillas, hasta que un día que el camarero me oyó comentarlo... Al día siguiente, estaban tan líquidas que lo que necesitabas era una pajita para sorberlas!!!!
Hoy, por ejemplo, el pan que nos han puesto era de hacía tres días. Lo sé porque el lunes el pan estaba buenísimo. El martes estaba un poco duro. No se sabía si es que era del día anterior, o si es que se había secado por el aire que hacía. Y hoy, habían tostado las sobras. Bueno, pues mis compañeros sólo dijeron "ay, que bueno, han tostado el pan..." Jo, si era evidente que era el mismo pan del lunes...
Pero ahora viene lo más sorprendente de todo: A mis compañeros ¡¡¡¡¡les encanta el sitio!!!!! Dicen que la comida es buenísima, que se quedan tan llenos que van a explotar, y el otro día, hasta proponían hacerle la ola a la cocinera. ¿Será verdad que soy demasiado exigente?

lunes, 27 de octubre de 2003

Los humanos


Hoy el día no ha ido mal del todo :) También he tenido mi ración de sonrisas con los niños. Estando en el patio, Melisa y María me han llamado a gritos y muertas de risa. Cuando me he acercado para ver qué querían, me han dicho "es que nos atacan los humanos". Yo me he quedado muy sorprendida, y les he mirado con cara de no comprender muy bien lo que estaban diciendo. Y ellas me han explicado "Es que estamos jugando a humanos y vaqueros" jajajajajajaja, ¡¡¡humanos y vaqueros!!! No indios, sino humanos. Claro que sé que los indios son humanos, pero entonces, ¿qué eran los vaqueros? jejejej.
Después de eso, he visto a Jorge tratando de bajar la escalera del tobogán, empujando a los que estaban allí subidos para deslizarse por la rampa. Ha llegado al suelo, y le he dicho que no debía hacer eso, porque podía caerse él o tirar a los demás, y que si no quería deslizarse por el tobogán, entonces que no subiera. Y, a continuación, apenas le he dejado, se me ha acercado Elena, "su novia", muy seria, y me ha dicho "Maestla, ¿qué hablabas con Jorge?" Creo que está empezando a ponerse celosa.

Maestla

jueves, 23 de octubre de 2003

Romance

Ayer, mientras estábamos en el patio, Jorge me pidió permiso para ir al baño. Jorge es "el novio" de Elena, ¿lo recordais?. Bueno, pues un rato después vino Elena a buscarme diciendo "Maestla, maestla, que Jorge te llama". Y entré para ver qué quería.
Estaba en la puerta del baño, con los pantalones y los calzoncillos bajados. Resulta que al intentar subirse los calzoncillos se le habían enrollado y no podía y quería que yo le ayudara. Preo cuando Elena se dio cuenta de que yo iba a ver a "su novio" desnudo, corrió hacia él y con sus manitas le tapó "sus partes".
Me hizo mucha gracia.

Maestla

lunes, 20 de octubre de 2003

¡Cuánto saben los jefes!

Me parece a mí que los jefes que saben menos que sus subordinados abundan. Y si aún se dejan enseñar, se puede dar gracias.
Mi primer día de trabajo en el pueblecito en el que estuve hace dos años, pude experimentar algo así. Llegué al colegio y allí me encontré con el nuevo director. Los dos éramos nuevos allí, y el único personal del colegio (era un colegio con sólo 14 alumnos). Nos presentamos (él me dijo su nombre y aclaró que era el director, por si se me ocurría pensar que ese cargo me correspondía a mí) y entramos a mi aula, que hacía las funciones de despacho.
Allí había un ordenador y yo comenté que me alegraba de tener un ordenador en el aula. Dije que no era experta en informática, pero que podría sacarle provecho. Él me aseguró que entendía mucho de ordenadores.
Un rato después teníamos que hacer un documento, y decidió encender el ordenador. Vio que los cables estaban desenchufados de la pared, y los enchufó. Entonces, el monitor -que por lo visto se había quedado encendido la última vez que se usó- se puso en marcha. Pero como el ordenador estaba apagado, nada más ocurrió.
El "experto" se quedó sentado, con los brazos cruzados, esperando y mirando fijamente la pantalla.
- Bueno, enciende el ordenador, ¿no? - le dije yo.
Y él me respondió, señalando el monitor iluminado "Ya está".
Yo le dije que no, que estaba encendido el monitor pero no el ordenador, y él me miró con cara de pensar "esta no sabe ni como se enciende un ordenador".
Me acerqué, le di al botón, y comenzó a iniciarse. Lo primero que apareció fue un mensaje del antivirus. Decía que hacía más de un mes que no se había revisado el disco duro, y que era conveniendo hacerlo. Mi compañero, que ya no estaba tan seguro de entender más que yo, me miró dubitativo.
- ¿Qué hacemos?
Le dije que no estaría de más hacer una revisión porque, ya que era la primera vez que usábamos ese ordenador, convenía saber si habría algún problema.
- ¿Cómo?
- Dale a "aceptar".
- Ah...
Después de un largo rato de revisión, el ordenador nos informó de que no había virus y nos aconsejó actualizar el antivirus.
- ¿Y esto? - Me preguntó de nuevo.
Le expliqué lo que significaba, y que no podíamos hacer nada, porque suponía que la actualización se hacía a través de internet, y allí no teníamos conexión.
- ¿Entonces?
- Dale a "cancelar"
- Ah...
Le dio a cancelar, y el ordenador ya quedó listo para ser usado. Pero entonces, el director me miró, entre asustado, agobiado y resignado, y me dijo
- Pufff... si cada vez que lo encendamos va a tardar tanto...
Yo procuré no reirme delante de él, y omití recordarle que era un "experto en informática". Ays... si es que no se puede ser tan buena, jejejejejejeje.

Maestla

martes, 14 de octubre de 2003

Sergio y el doctor.

El miércoles fue un día bastante accidentado, porque uno de mis niños decidió tirarse por el tobogán de cabeza, y aterrizar sobre su ceja izquierda.

Vereis, Sergio es un niño bastante tímido, que no se despega de mi falda ni con agua caliente. Allá donde yo vaya, va él. Ni siquiera quiere ponerse en la fila a la hora de salir si no es de mi mano. Y cuando les toca informática, o psicomotricidad con el maestro de apoyo, llora porque se quiere quedar conmigo. Bueno, pues el miércoles decidió "independizarse". Se fue al tobogán, subió, y se lanzó de cabeza olvidando poner las manos delante para frenar la caida. Yo lo vi en el momento en que aterrizaba, y me temí lo peor :( Cuando llegué estaba sangrando y, por encima de la brecha que se había hecho, le estaba empezando a salir un chichón que, además, ya se veía morado. Mientras yo lo lavaba un poco, el maestro de apoyo se fue a por el botiquín, y después, a llamar a los padres por teléfono. Pero no estaban, porque se habían ido a trabajar. Así que dijeron que llamáramos a la tía del niños. Pero tampoco estaba. De modo que fuimos a hablar con el director para decir que nos llevábamos al niño al consultorio médico. El director del colegio dijo que no era necesario, que no parecía nada grave, pero a nosotros nos asustaba que el golpe en la cabeza pudiera tener consecuencias, de modo que nos fuimos (después de organizar con quien se quedarían el resto de los niños).
Nada más entrar en el consultorio, vimos a dos señoras mayores sentadas en la sala de espera, que nos dijeron "si vienen para una cura, no empiezan hasta las doce y media" (eran las doce menos cinco) mientras nos miraban con cara de estar pensando "ni se os ocurra pasar antes que nosotras"; pero no las hicimos ni caso, y nos acercamos al mostrador de la enfermera. Su primera pregunta fue si habíamos traído la cartilla de la seguridad social del niño. Le explicamos que no, que no éramos sus padres, sino sus maestros, y que el niño se había caído en el colegio. Ella insistió en que necesitaba la cartilla, y nosotros en que no la llevábamos. Nos preguntó (a todo esto, Sergio seguía sangrando) si al menos estaba empadronado en el pueblo. "No lo sé, ya le he dicho que no soy su madre. Pero si está matriculado en el colegio público de este pueblo, supongo que estará empadronado aquí".
Bueno -nos dijo ella no muy convencida- pasad a esta sala.
Y cuando ya estábamos dentro añadió "no, mejor a esta otra". Y en ese momento apareció el médico (bueno, ahora tengo mis dudas de que lo sea, pero en ese momento lo di por supuesto) un señor inmenso, más alto que el tobogán, y muy gordo. Si a mí (que decir que soy "corpulenta" es una forma fina de describirme) me pareció impresionante, ¿os podéis imaginar lo que le parecería al pobre Sergio, tan pequeño, delgaducho y "escuchimizao" como es?
En fin, el médico nos pidió que lo tumbáramos en la camilla, y chapurreando español (no sé de donde es) nos preguntó lo que había ocurrido. Se acercó para mirarle la herida, pero no demasiado, supongo que para no mancharse. Se fue de la salita, y volvió al momento con un algodón empapado en betadine, con el que le dio tres o cuatro "toques", como pinceladas. Luego, se alejó unos pasos para observar el resultado de su obra.
Nos dijo que no consideraba necesario darle puntos, después de lo cual quedó unos instantes en silencio. Y, tras meditarlo, se fue. Volvió un momento después, con una de esas tiritas de puntos adhesivos en la mano. Esas que son estrechas y largas. Y se la colocó sobre la herida. Pero entonces descubrió que era demasiado larga, y la cortó, acercando las tijeras peligrosamente al ojo del niño, que trataba de apartar la cabeza, aterrorizado. Volvió a observar su obra desde una prudente distancia, y se acercó de nuevo para colocar otro punto adhesivo, y seguidamente cortarlo de nuevo (seguía siendo demasiado largo). Entonces, salió de nuevo de la salita, y mientras pudimos oir a la enfermera discutiendo con las dos señoras de la sala de espera. Les decía que se fueran, que ese día no iban a pasar visita, y que volvieran el viernes.
Cuando volvió el doctor, llevaba en la mano una nueva tirita, esta vez cuadrada, y se dispuso a colocarla sobre el chichón. Antes de que lo hiciera, mi compañero le interrumpió:- ¿No debería poner algo en el chichón, trombocid, por ejemplo?
- Bueno, -respondió el médico- ¿vosotros tenéis?
Le dijimos que sí, pero que en el colegio, y él añadió
- Y si no, que la compre la madre en la farmacia. - Y puso la tirita.Volvió a contemplar su obra, pero no debió convencerle, seguramente no tenía el equilibrio necesario, porque cogió de nuevo la tirita estrecha, la de los puntos, y le pegó un trozo atravesado, para "sujetar" las que ya había puesto.
Miró el resultado, sonrió satisfecho, y nos dijo que ya nos podíamos ir. Y justo cuando levantábamos a Sergio de la camilla, nos detuvo:
- No, no, esperad un momento, tumbadlo de nuevo.
Y así lo hicimos. Nos dijo que le iba a limpiar la sangre, porque si no su madre se podía asustar cuando lo viera (claro que, entre tanto vendaje, era difícil ver al niño) y salió de nuevo de la sala.Volvió con un algodón con el que frotó enérgicamente la parte de la herida que sobresalía entre las tiritas. Y, por el olor, el otro maestro y yo descubrimos, horrorizados, que era ¡¡¡alcohol!!! El pobre Sergio hasta el momento no había llorado. Pero entonces empezó a temblarle la barbilla, y dos lagrimones le cayeron por la cara. ¡¡Pobrecito!!Entonces sí que nos dijo que habíamos terminado. Que podíamos irnos, y decirles a los padres que lo llevaran al consultorio al día siguiente, jueves. "¿A qué hora?"
- No, mejor el viernes -rectificó el doctor.
- Pero, ¿a qué hora?
- No, mejor el jueves
- Si, vale, pero, ¿a qué hora?
- No lo sé. Un momento.
Después de consultar con la enfermera, que había traído un papel a su mesa, volvió, y nos dijo que "a cualquier hora, porque, como mañana es fiesta..."Le preguntamos si nos tenía que entregar el papel ese, y dijo que si. Se sentó, y comenzó a escribir: "niño de... ¿cuantos años? ¿tres?... venido con maestros por herida en... ¿izquierda o derecha?... ah, vale, en el parpado superior izquierdo..." Nosotros nos mirábamos pensando "no es el párpado, es la ceja" pero lo dejamos estar. Y entonces yo le pregunté si tenía que decir a los padres que observaran al niño, por si se mareaba, por si tenía más sueño del normal... en fin no soy médico, ni siquiera madre, pero el curso pasado también se golpeó la cabeza una de mis niñas, y fue lo primero que me dijeron. Pues este respondió "no, no hace falta..."
Antes de salir tuvimos que soportar uns discusión entre el médico y la enfermera, acerca de si debían darnos el original o la copia de su escrito, y, mientras salíamos, todavía tuvimos que escuchar a las dos mujeres de la sala de espera (que no se habían ido) diciendo muy irritadas "está visto que aquí, entras con sangre y te atienden en seguida"... En fin, sin comentarios...

Por suerte el niño está bien, y hoy ha vuelto a clase. Eso sí, durante el fin de semana, ¡¡¡le han dado puntos!!!!

Maestla

jueves, 2 de octubre de 2003

Cuando comienza octubre...

... llega mi cumpleaños. Y parece que mi cumpleaños siempre se "celebra" con la ampliación del horario escolar :( Y comprendo que a las que sois madres os venga muy bien que los niños vayan al cole también por la tarde, pero a mí no me hace tanta ilusión :( En fin...De todas formas, supongo que debería mirar el día de ayer con cierta satisfacción. Os cuento: en mi clase tengo una niña (Isa) que no habla nada. Bueno, no habla nada conmigo. Ni con el maestro de apoyo. Ni con los demás niños, que dicen que no sabe hablar. Pero sí habla en casa con sus padres. Es más, a sus padres les dice, llena de orgullo, que a mí no me ha dicho nada. Supongo que es muy tímida. El caso es que ayer, primer día de clase por la tarde, "abrió la boca" dos veces (!!!!!!!!) La primera, fue para morder a Elena. Y la segunda, para vomitar toda la comida :( Puajjjjj... eso sí, después de vomitar, no dijo nada, se quedó calladita, sucia y maloliente, hasta que yo me di cuenta. Por poco me da algo, porque, mientras la cambiaba de ropa y la lavaba un poco, los demás intentaban acercarse a jugar con lo que había quedado por el suelo!!

Maestla