miércoles, 8 de junio de 2005

Os cuento que el otro día nació el hermanito de Lina, la niña más pequeña de mi clase. El día que nació, Lina salió a la pizarra para aprender a escribir el nombre que tendrá su hermanito (Héctor) y después lo dibujó en un papel para regalárselo a su mamá. Una semana después la madre apareció por el colegio con el bebé, y todos los niños se morían de ganas de verlo. Era muy gracioso ver como Lina les decía a sus compañeros "no os amontonéis, poneros en fila, de uno en uno..." jejejejejjejeje.
Pero hoy es la mamá de Santi la que está en el hospital. Heidi ha dicho que es "para que le saquen a su hermanita de la barriga", pero él me ha aclarado que no. Resulta que, según la explicación que él mismo me ha dado, "su hermanita -la que todavía está en la barriguita de la mamá- le ha dado una patada a la mamá y le ha roto la bolsa. Y ahora, cuando la mamá sube las escaleras se le cae el agua. Por eso está en el hospital"... Espero que no sea nada grave y que, tanto la mamá como la hermanita, estén pronto en el cole de visita como el pequeño Héctor.

Maestla

lunes, 6 de junio de 2005

Una "visita" y un cambio de imagen

Hace unos días, tuve una visita inesperada en el colegio: Veréis, era la hora del patio, y Paco "Fuerte" estaba jugando cerca de mí. Vi que tenía algo extraño en la cabeza, y me acerqué para mirar. De lejos parecía una piedrecita, o un trozo de una hoja del árbol, y alargué mi mano para retirarla. En el mismo momento en que lo toqué descubrí que estaba equivocada. Por el color, la textura, y lo fresquito que estaba no me cupo duda: era un moco... puajjjj... Pero en ese mismo momento descubrí otra cosa: Yo no era la única que me había acercado, intrigada, a ver lo que Paco tenía en la cabeza: un piojo miraba hacia arriba, con la misma curiosidad que yo, mientras lo retiraba de su pelo y trataba de despegarlo de mis dedos, jejejejejjeje. A la hora de la salida, naturalmente, avisé a la mamá de Paco. Al día siguiente, el niño llegó a clase con la cabeza afeitada. Ni un solo pelito. "Ahora ya no tiene piojos" me dijo su madre satisfecha. Naturalmente, causó mucha curiosidad entre los demás niños, y en clase se abrió un acalorado debate sobre si Paco estaba calvo o no, y si tenía "pocos pelitos" o muchos pero muy cortos, jajajajajjaja. Tuve que terminar dibujando en la pizarra las diferentes versiones (Paco calvo, Paco con la cabeza afeitada, Paco con el pelo normal) para que comprendieran la diferencia. Además, tuve que pasarme un par de días mandando a los niños que dejaran de tocarle la cabeza. Su curiosidad era superior a sus fuerzas y, en cuanto me descuidaba, se levantaban de su sitio para pasarle la mano por encima... si había suerte. Porque otros niños, como Alex, expresaban su curiosidad de otra manera: al final de la tarde Paco, atormentado, me dijo "díle a Alex que deje de hacer eso...". "eso" era agarrar los pelitos que asomaban y estirar con fuerza de ellos... supongo que trataba de ayudarlos a crecer, jejejejejejej.

El caso es que parece que ha creado moda, y desde entonces son unos cuantos más los niños que se han cortado el pelo casi al cero. El último ha sido Mohamed. Ayer llegó tan cambiado que le reconocí por la mochila, y una vez dentro de clase no tenía muy claro si era él o no... ¡¡si hasta parecía más alto!! jajajajajajaja.

Maestla

sábado, 30 de abril de 2005

El regalo de Paco "Fuerte"

En mi colegio, como en muchos otros, los niños traen un regalito para repartir entre sus compañeros el día de su cumpleaños. Hay un niño de mi clase, Saul, que, además, me trae un detallito a mí. El año pasado me regaló un porta fotos chiquitín, muy bonito. Bueno, pues este año Paco "Fuerte" ha pasado la semana previa a su cumpleaños diciéndome que traería un regalo especial para mí. Primero no aclaraba qué me regalaría, pero luego comenzó a decirme que colonia. Todos los días se acercaba, por la mañana y por la tarde, para decirme, emocionadísimo, que me regalaría una botella de colonia el día que trajera los regalitos de sus compañeros por su cumpleaños.

Por fin llega el famoso día, y se me acerca su madre. Me da la bolsa de los regalitos (unos cuentos con pegatinas) y me dice que me quede uno yo, porque su hijo "está empeñado en hacerte un regalo a ti también y, si no, no me va a dejar en paz..." Así que, ante la mirada satisfecha de Paco, metí en mi mochila aquella tarde el cuento de pegatinas.

Pero, por lo visto, él no se quedó satisfecho. Seguía pensando que yo me merecía, por lo menos, una botella de colonia. Y tanto debió darle la lata a su madre, que una tarde, varios días después de su cumpleaños, llegó con un paquetito. Y con esa sonrisa pícara que no se le va de la cara ni siquiera cuando le estoy riñendo, me lo dio. "Es para ti, es un regalo".
Lo abrí y encontré... uno de esos calendarios horribles que dan como propaganda en los restaurantes chinos, jajajajajajjaa. Por supuesto, se lo agradecí. Y le dije que me gustaba tanto, que lo colgaría en clase. Y allí está colgado, para orgullo de Paco "Fuerte", que -de vez en cuando- todavía me recuerda que él me lo regaló :)

Maestla

jueves, 14 de abril de 2005

Sumas y... "restas"

Menos mal que, de vez en cuando, "mis niños" me alegran el día :) Hoy ha sido Heidi la que me ha sorprendido. Resulta que esta mañana mis niños estaban haciendo el gran esfuerzo de aprender el número seis... pero claro, no todos avanzan al mismo ritmo, de modo que no a todos puedo pedirles lo mismo. Hay algunos que todavía tienen dificultades en contar hasta cinco ellos solos; los hay que saben contar, pero no saben a qué cantidad corresponde cada grafía; y los hay que controlan sin problemas los números hasta el diez, o más. Para esos, he preparado unas sumas. Están entusiasmados pensando que ya saben sumar ("como los mayores...") y les encanta que se las ponga. Así que es lo que he hecho. En un momento determinado, ha venido Rita a enseñarme sus sumas. Y, en una de ellas (3+1) había puesto como resultado un uno. Heidi, que estaba conmigo en ese momento, ha mirado la suma de Rita. Y ha dicho sin pensárselo dos veces: "Esa suma está mal".
- ¿Si, Heidi? ¿Cómo lo sabes? -le he preguntado yo. Porque a Heidi no le había puesto sumas. Y ella me responde: "Es que una suma nunca puede dar uno".
- ¿Por qué no?
- Porque, si pones un número aquí -me dice señalando el primer sumando- y otro aquí, siempre es más de uno....

Me ha dejado sorprendidísima. Puede que sea un razonamiento bastante obvio. Puede que ni siquiera sea correcto (porque, ¿qué pasa con las sumas de números negativos, o el cero, jejejeje) pero que una niña de cuatro años, que no habrá hecho más que dos o tres sumas en su vida, sea capaz de realizar esa observación y llegar a ese nivel de generalización, me ha parecido impresionante :) Y me he alegrado mucho...

Por otra parte, el lado negativo de hoy ha sido Adrian... el lunes y el martes no vino a clase porque estaba malito. Ayer miércoles ya volvió. Y esta mañana, a la hora del almuerzo me lo he encontrado llorando. Le he preguntado lo que le pasaba pero no me ha respondido. Lo he acercado a mí, para hablar con él y he notado que estaba caliente. Tenía fiebre y decía que tenía frío. He llamado por teléfono a su madre para que viniera a recogerlo. Cuando ha llegado al colegio me ha dicho que ayer también tenía fiebre. Que lo trajo a clase con 39 grados. Pero que el crío tenía tantas ganas de venir al cole que le dió algún medicamento para la fiebre y lo trajo ¡¡¡madre mía!!! ¿de verdad es normal hacer eso? Creo que a mí jamás se me ocurriría. Creo, por otra parte, que un niño con tanta fiebre no puede tener tantas ganas de venir al colegio. Pero, si así fuera, si los padres no se imponen a la voluntad del niño en una cuestión de salud, creo que no lo harán nunca... en fin...

Maestla

miércoles, 16 de marzo de 2005

Final de trimestre.

¿Cómo va la semana? Yo estoy agotada, pero es que este año se me juntan las fallas con el final de trimestre. Todavía estamos ultimando la falla (que quemaremos mañana) y los regalitos del día del padre (que también repartiremos mañana) y después nos quedan sólo tres días para poner las notas y encuadernar los trabajitos. Menos mal que después tendré las vacaciones de pascua para tratar de reponerme...

Por lo demás, las cosas me van como siempre. En el cole siguen ocurriendo cosas divertidas, cosas tristes, pero sobretodo cosas tiernas, y cada día tengo algo que contar al llegar a casa. Últimamente, por ejemplo, estoy muy contenta con Mayra. Está trabajando mucho mejor, va aprendiendo a trazar algunas letras, aunque la Z se le sigue atragantando, y suele llegar de mejor humor. El otro día en el patio me acerqué a ella, y le di un abrazo de esos que parece necesitar tanto, y le dije "¡Qué contenta estoy con Mayra! ya sabe hacer las letras muy bien, ya no llora para ir al comedor, ya no se enfada..." y ella añadió "ya no se caga..." jaajjajajaja. Efectivamente, hace un par de semanas del último "accidente" y ella misma, de vez en cuando, me sugiere que compruebe que lleva las braguitas limpias :)

Andrés, por su parte, me enterneció de nuevo el otro día. Como sabéis es el niño que vive con sus abuelos (al igual que su hermano) porque no tienen padre reconocido y su madre no quiere saber nada de ellos. Bueno, pues el otro día mis niños se enfrentaron al aprendizaje de su primera consonante: la letra "p". Después de realizar algunas actividades relacionadas con el sonido y la grafía de la "p" les pedí que dibujaran algo que empezara por esa letra. La mayoría vino a enseñarme sus dibujos diciendo "mira, es mi papá"; "yo he dibujado a mi papá" o "¿cómo se escribe "papá"? Es que yo he dibujado al mío...". Andrés se acercó y me enseñó su dibujo sin decir nada. Yo reconocí una figura humana, y pensé que tal vez había dibujado a Paco "Fuerte", así que le pregunté. Y él, simplemente, me respondió: "he dibujado un padre". Me pareció muy triste. No sé si a todas os parecerá igual, pero la palabra "padre" es para mí tan fría comparada con "papá"... y más, cuando, como es el caso de Andrés, no lleva el posesivo "mi" delante... :(

Maestla

miércoles, 9 de marzo de 2005

La trágica e inútil muerte del gato.


En aquel pueblecito en el que trabajé por primera vezm tras la aventura del zorro, corrió la voz de que "la hermana de la maestra" quería huesos, y los niños trataban de ayudarme. Un día me trajeron una cabeza de cerdo, otro unos huesos de oveja... pero lo peor fue lo del gato. Un día me preguntaron si mi hermana tenía algún esqueleto de gato, y les dije que no. Ellos me ofrecieron uno. "Vale, de acuerdo, decídme dónde está, y se lo diré la próxima vez que venga a verme".
- Espera, que primero tenemos que matarlo- respondieron ellos.
Naturalmente, me escandalicé y me negué. Les rogué que no mataran a ningún pobre gato para mi hermana, que su necesidad de huesos no era tan acuciante. Pero ellos me respondieron con toda la calma del mundo que no me preocupara, que había muchos...

Días después me dijeron que ya estaba hecho. Habían matado a un pobre gato con la escopeta de perdigones de uno de los niños. Me describieron con todo lujo de detalles la agonía del pobre animalito, como anduvo unos metros "como mareado" después de recibir la perdigonada en la cabeza y como, finalmente, lo habían enterrado para que mi hermana pudiera recoger los huesos después.

Un par de semanas más tarde se ofrecieron a desenterrarlo. Yo les sugerí que era un poco pronto, que tal vez todavía no estuviera "listo" pero ellos insistieron. Continuaron empeñados en proceder a la exhumación el día siguiente, y el otro, hasta que finalmente me confesaron que lo habían hecho. Dani reconoció que "estaba lleno de bichos y olía muy mal"... lógico, jejejejejeje.

El caso es que llegó final de curso, y abandoné el pueblo prometiendo, eso sí, recoger el gato en la primera visita que hiciera. Pero no fue posible. En mi primera visita no vi a ninguno de los "criminales" porque todos estaban ocupados. Pero algún otro niño me explicó que habían desenterrado (una vez más) el cuerpo del gato y que -por razones que desconozco- lo habían metido en una olla express...

Los meses se sucedieron, mis visitas también... y al final no conseguimos el gato. Desenterrarlo y "juguetear" con él se había convertido -por lo visto- en el deporte oficial del pueblo, porque cada vez eran más los niños que lo hacían. Y pasaron de admitir que "podía faltar algún hueso" a reconocer que "quedaba alguno"...

En fin, es triste admitirlo, pero lo cierto es que la del pobre gatito fue una muerte inútil :(

Maestla

martes, 8 de marzo de 2005

8 de marzo

Mis niños, en el colegio, han hecho hoy un dibujo sobre el día de la Mujer Trabajadora (¿es que acaso hay alguna que no lo sea?) y se lo han llevado a casa para regalárselos a sus mamás. Pedro lloraba muy disgustado, el pobre, y cuando he conseguido sacarle las palabras me ha explicado que su madre "no estaba contenta"... Se refería al dibujo que estaba haciendo. Había tratado de hacer la cara de su madre seis o siete veces, y en todas las caras ponía una sonrisa tan grande, que más que una sonrisa parecía un círculo. Y más que una boca, una gran nariz. Así que le he ofrecido mi ayuda. Le he aconsejado que dibujara una cabeza bien grande, para que hubiera espacio suficiente para los ojos y después, sujetando su mano, hemos trazado juntos la sonrisa. Y al mismo tiempo que el papel sonreía, Pedro se secaba las lágrimas :) Muy satisfecho, ha terminado de dibujar el cuerpo de su mamá, y se lo ha llevado orgullosísimo...

Maestla

martes, 1 de marzo de 2005

Sobreviví a la excursión también...

Me siento muy feliz porque he sobrevivido a la excursión de hoy sin perder a ningún niño, jejejejejejeje. Afortunadamente no ha llovido (aunque anoche nevó en la ciudad :D) y los niños se han portado bastante bien. Tanto, que se merecen un premio... estoy pensando que debería proponerle al espabilado de mi director que les diera festivo hasta la semana que viene... Y digo que se han portado bien, porque lo cierto es que las circunstancias se han puesto en su contra...

Para empezar, el autobús estaba medio derringlado. Había algunos asientos "deslizantes". Es decir, que se deslizaban hacia delante y empotraban al niño contra el respaldo de delante. Por suerte, la única que ha sufrido las "dolorosas consecuencias" de dichos asientos he sido yo.

El teatro al que íbamos está en una de las zonas más antiguas de la ciudad, donde un coche entra con dificultades, y un autobús de ninguna manera. Así que el chófer nos ha dejado en las donde ha podido y, desde allí, nuestra interminable fila ha recorrido calles y callejas, sorteando charcos, andamios y automóviles.

Cuando hemos llegado al teatro, hemos descubierto que faltaba más de una hora para que empezara la obra que teníamos contratada. Claro, es que el año pasado encontramos mucho tráfico, y llegamos tarde. Y este año hemos salido del cole con tiempo, y con miedo a retrasarnos, y eso es lo que ha ocurrido. Hemos hecho que los niños se sentaran en el suelo (a la entrada del teatro había una sala con una exposición que es donde nos han permitido "acomodarnos") y hemos hecho tiempo almorzando. Mis niños "sólo" han tirado por el suelo un actimel, un yogurt, un zumo de naranja y dos botellas de agua... por no hablar de las toneladas de migas que han esparcido por todas partes :( Pero podía haber sido peor... podían haber roto algunos de los objetos expuestos.
El tiempo pasaba lentamente y los pobrecitos se aburrían como ostras, a pesar de mis esfuerzos por entretenerlos con adivinanzas y otras cosas "silenciosas". Y es que ya nos habían llamado la atención porque el público de la sesión anterior les oía a ellos más que a los actores :(

Cuando por fin ha llegado el momento de entrar, hemos tenido la suerte de conseguir sitio en primera fila. Y es que de algo tiene que servir la puntualidad, ¿no? Pero entonces, nada más alzarse el telón, he descubierto dos cosas: que la obra era en valenciano (lengua que mis niños casi no conocen, porque viven en un pueblo castellano-hablante) y además, dirigida a alumnos de primaria (es decir, a partir de seis años). Bueno, pues a pesar de todo han estado casi-callados, casi-sentados y casi-quietos todo el tiempo. Eso sí, Paco "Fuerte" ha estado sentado a mi lado, porque no quería que se hiciera famoso, como el año pasado :) Y Francisco Javier (alias "Pitel Pan") justo delante, para que no pudiera usar su famosa excusa "es que por las mañanas estoy un poco loco..."

Al salir del teatro hemos tenido que retroceder todo el camino hasta llegar al autobús, que nos esperaba junto a una tienda muy conocida en que se llama "La Casa de los Caramelos". ¿Imagináis hacia dónde se iban los ojos y los pies de nuestros niños? Pero hemos conseguido subir a todos y hacer recuento antes de ponernos en marcha hacia el pueblo en el que estaba la Ludoteca donde iban a comer y a pasar la tarde jugando. Aunque, eso de pasar la tarde es un decir, porque entre que la obra ha empezado más tarde de lo que esperábamos, que ha sido más larga de lo que creíamos y que el camino hasta el autobús ha durado más de lo calculado, no hemos llegado allí hasta las dos y media... y a las cuatro teníamos que salir hacia el colegio de nuevo :(

Maestla

viernes, 18 de febrero de 2005

Sobreviviendo a "Los Increibles"

Estoy agotada, pero no quería dejar pasar el día sin contaros que he conseguido sobrevivir... Ha sido agotador pero ya ha llegado a su fin y estoy a punto de meterme en la cama... que hoy me lo he ganado :)

Ha llegado el carnaval al colegio y este año mis niños se iban a disfrazar de "Increibles". La idea nos gustó, nos pareció sencilla, y sobre todo más limpia que la del año pasado (¿recordáis los leopardos?) . Hacía ya varios días que mis niños habían pintado sus "i" de "increibles" y que habíamos mandado una carta a las mamás y a los papás pidiéndoles que el viernes los niños acudieran vestidos de rojo y con unos calcetines negros por encima de los leotardos o pantalones. El jueves por la tarde mis niños se dispusieron a preparar sus máscaras negras. Les di los punzones para que picaran y sacaran el hueco de los ojos. Como picar es algo que no les gusta demasiado, supuse que les llevaría bastante tiempo. Y decidí que después yo, ya en casa por la tarde, recortaría la parte exterior. No sólo porque no les iba a dar tiempo, sino también porque -teniendo en cuenta su destreza con las tijeras- era muy probable que alguno se quedara sin máscara. Entre la opción de recortarlas, y la de recortarlas y sacarles los ojos para hacerlas nuevas tras el desastre, prefería la primera.

Nada más empezar Pedro pinchó a Saul con su punzón. Y eso es algo que yo no permito. Puedo hacer la vista gorda ante determinadas trastadas de los niños, pero picar a otro con el punzón me parece algo demasiado grave. Así que le quité a Pedro el punzón. Le dije que no podría utilizarlo durante toda la tarde, de modo que no podría hacer su máscara. Que sólo al día siguiente por la mañana (la fiesta era por la tarde) si no molestaba a nadie más, le permitiría hacerlo. Y que en caso contrario tendría que desfilar sin su máscara. Se puso a llorar y a prometerme que no pincharía a nadie más, pero me parece que en ciertas cosas tengo que ser inflexible, a pesar de que me dé pena y me resulte muy difícil. Insistí en que no le dejaría picar durante la tarde, y el insistió en seguir llorando hasta la hora de irnos a casa... ¡¡menos mal que suele ser bastante silencioso en sus llantos!!

Esa noche a las doce, cuando estaba a punto de meterme en la cama, descubrí, consternada...¡¡que no había recortado las máscaras de mis niños!! Así que me tocó coger las tijeras, sentarme, armarme de paciencia y ponerme a recortar 28 antifaces negros :(

Al día siguiente, viernes, los niños estaban nerviosísimos. Y eso que la fiesta de carnaval en nuestro cole no es gran cosa. Sólo se disfrazan los niños de educación infantil (los de primaria no) y luego desfilan por las clases de "los mayores". Ni siquiera entras las familias para verlos... pero bueno, cualquier cosa que rompa la rutina les altera :)
Los niños y niñas que se quedaban a comer al comedor del colegio ya habían llegado por la mañana vestidos de rojo, como habíamos indicado por carta a las familias. Algunos llevaban incluso los calcetines negros puestos sobre las mallas o los pantalones rojos. Otros, los llevaban en la mochila, para que yo se los colocara cuando llegara el momento.

Y el momento llegó. Las tres de la tarde. Los niños del comedor esperan en clase, impacientes, a que yo llegue con la fila de los que han ido a sus casas. Cada uno demuestra su impaciencia de un modo diferente. Algunos se pelean. Otros se suben a las sillas o las mesas. La mayoría chilla. Algunos se meten en los armarios. El sonido de la puerta al abrirse les indica que yo he llegado, a lo que responden ignorándome. "Ay, Señor" -pienso yo- "¡Qué larga se me va a hacer la tarde!".
El plan para esa hora y media que dura la sesión de la tarde es el siguiente: vestir a los niños, llevarlos a desfilar por las clases de los mayores, y sacarlos al patio a jugar hasta que sea la hora de volver a casa. No parece complicado, así que me lanzo a ello. Reparto folios y pinturas para que estén entretenidos, mientras comienzo a "vestir". ¿Por quien puedo comenzar? Por Rita. Es una de las niñas más tranquilas de la clase, nunca se levanta sin permiso, no hace ruido, no se pelea... Le coloco las braguitas de plástico con la tira naranja de cartulina, y los manguitos hechos también de bolsa de basura. Termino y la mando a su sitio a seguir pintando mientras disfrazo al siguiente.
Con el segundo ya me duelen los riñones. Mientras coloco la cinta adhesiva sujentando las braguitas pienso que las clases de infantil deberían estar equipadas con una percha de la que colgar a los niños para que estén a una altura aceptable mientras tienes que hacer algo como limpiarles los mocos, atarles los zapatos, o colocarles braguitas de plástico, jejejejeje.
Cuando voy a comenzar con el tercero, llega Rita llorando. Su braguita se ha despegado y se le está cayendo. Así que tengo que reparársela :( Ya son las tres y cuarto, y todavía tengo 23 niños más esperando...
Reparo las braguitas de Rita y le advierto que no se mueva demasiado para que aguanten al menos hasta el desfile. Y sigo poniendo celo, grapando cartulinas, enrollando plásticos...
De repente descubro, horrorizada, que son las cuatro menos diez. No he terminado de preparar a los niños y ya deberíamos estar desfilando. El tiempo se me echa encima pero, afortunadamente, llegan dos compañeras a echarme una mano. Se ponen a colocar máscaras mientras yo sigo con las dichosas braguitas. Carlos y Josué han roto las suyas, pero yo me he negado a arreglarlas. ¿Para qué? Si van a seguir rompiéndolas... ya lo haré cuando termine con los demás.
Heidi, a la que he colocado el disfraz hace dos minutos, de repente tiene ganas de hacer pipi. ¿Pero como no lo ha pensado antes? Y en lo que yo no puedo dejar de pensar es en como voy a cumplir mi promesa de hacer fotos (les dije a las madres que haría) si ni siquiera voy a terminar de arreglar a todos a tiempo...

Finalmente lo consigo. A las cuatro y veinte están listos todos mis niños. Tenemos diez minutos para desfilar por el colegio, posar para las fotos, recoger la ropa que ha quedado desperdigada por la clase, y salir en fila para que las mamás los vean :( Yo, mientras tanto, lo que no veo es la hora de irme a casa...

Maestla

domingo, 6 de febrero de 2005

El juego de las sillas

Hoy he estado calentándome la cabeza pensando cómo puedo sentar a mis niños en clase, porque ha llegado el momento de cambiarles de sitio. Y no creáis que es tarea fácil. No puedo poner a Paco "Fuerte" con Pedro, porque la madre de este último cree que es un mal ejemplo para su hijo. No puedo poner a Nahida con Alí, porque entonces él sólo hablaría en árabe con ella y sería una pena ahora que se está lanzando a soltar alguna palabrita en español. Pero tampoco puedo poner a Nahida con Rita, porque esta última es una niña muy buena pero sólo hace lo que Nahida dice y, cuando están juntas, no me hace ni caso. Tampoco puedo poner a Nahida con Isa, ni con Lina, porque no hacen más que hablar. No puedo poner a Josué, Carol, Carlos, Framcisco Javier ni Lina juntos, porque entonces no dan ni golpe. A Francisco Javier tampoco le puedo sentar junto a Adrián, Paco "Fuerte", Pedro o Jorge, porque terminan siempre pegándose. Y, ni pensar en poner a Saul con Pablo o Heidi.... En fin, como podéis ver, no es una tarea sencilla. Al final he dado con una combinación que parece apropiada... hasta que llegue mañana. Entonces empezaré a arrepentirme de la forma en que he colocado a los niños, ejejjejejeje.

Maestla

domingo, 30 de enero de 2005

Otro director espabilado

Las que aguantáis mis historias desde el curso pasado sabéis muy bien lo mal que comía en el maravilloso restaurante al que iba, en el que el postre llamado "Copa de la Abuela" se llama así por llevar al menos tres generaciones en el expositor, y en el que llaman "colorante verde" al moho que aparece en un pastel de calabaza... Compartísteis también conmigo mi alegría al saber que este curso habría comedor en el colegio, lo que mejoraría, sin lugar a dudas, mi alimentación diaria :)
Bien, esto ha sido así. Ahora como ensalada, dos platos y postre por la mitad del precio por el que antes comía un solo plato y postre. Además, hasta el momento, y ya van tres meses, no he encontrado colorante verde ni pescado con olor a amoniaco en mi plato. Así que, aunque la comida no sea digna del paladar más exigente, por lo menos recibe la aprobación del mío.

Lo cierto es, además, que las cosas parecen funcionar bastante bien. El año pasado, cuando se presentó el presupuesto para que nos dieran permiso para abrir el comedor, se contaba con unos cincuenta comensales diarios. Y la media, después del primer trimestre, está en 70. Pero esto también tiene sus desventajas: desde el primer día, han faltado platos y cubiertos. También las mesas y sillas del comedor han venido más que justas. La encargada del comedor ha solicitado más mobiliario y menaje, pero los Organismos Oficiales suelen ser bastante lentos para estas cosas. Y así, esperando el envío, y perdiendo platos y vasos por momentos (se rompen con mucha facilidad) llegó la Navidad.

Algunas empresas de comida dan un "menú" especial el último día de colegio antes de Navidad pero, en nuestro caso, no podía ser. El último día antes de Navidad en nuestro colegio no hay clase por la tarde, por lo que tampoco hay comedor. Sin embargo, el director, que no estaba dispuesto a renunciar al "menú especial" negoció con la empresa de comida que finalmente aceptó enviárnoslo el día antes, con una única condición: necesitaba saber cuántos niños aproximadamente se quedarían a comer ese día. Así que mandó una carta a todos los padres, anunciando el "gran menú especial de navidad" que incluía postre especial, coca-cola y chucherías. Ni que decir tiene que muchos padres que ni se habían planteado el dejar a sus niños ese día, empezaron a pensar en esa posibilidad: dos días antes de que terminara el plazo para apuntarse ya había casi cien niños en la lista del comedor. Teniendo en cuenta que el mobiliario y menaje seguía siendo bastante justo para sesenta, yo diría que eso suponía un problema ¿no os parece?

La encargada del comedor también empezaba a verlo como un problema y estaba ya arrepentida de haber informado a las familias. Algunos compañeros comentaron que en muchos colegios, para evitar este tipo de problemas, no se permite comer en el comedor a ningún comensal no habitual en esos días "especiales". Y la pobre y agobiada encargada tomó nota, para no volver a meter la pata...

Pero al director de mi colegio le resulta difícil asumir que alguien pueda saber más que él de algún asunto. Y no se dio por enterado. El día antes de la famosa "comida especial" nos dio a los tutores una carta para entregar a los niños. La carta decía lo siguiente: "Estimados padres y madres: Todos aquellos que se han apuntado al comedor para mañana martes día 21, (que han sido prácticamente todos) que le entreguen el dinero justo (3.80 euros) a su hijo/a y ya se lo cobraremos a lo largo de la mañana, así no habrá que hacer cola para pagar ya que el pasillo del colegio no es lo suficientemente largo y además hay una hora tope para solicitar los comensales. Si alguien no se ha apuntado todavía y quiere hacerlo que siga el mismo procedimiento. Gracias, La Dirección".

Decir que me quedé sorprendida cuando la leí es quedarme corta. Tanto la encargada como el director llevaban toda la semana lamentándose de la avalancha de comensales para ese día, buscando platos, cubiertos y sillas hasta debajo de las piedras, hablando con la empresa de cuidadores para que enviaran refuerzos... y, de repente, la víspera ¿envían una carta como esa? No me lo podía creer... Este mensaje era una clara invitación para los que -hasta la fecha tope marcada- no se habían decidido. ¿Cómo reaccionarían los padres que -no habiendo apuntado a sus hijos porque el menú especial no les parecía nada del otro mundo- leyeran eso de que se habían apuntado "prácticamente todos"? Lo normal sería pensar "bueno, pues si se apuntan todos sus amigos, que vaya mi hijo también". Teniendo en cuenta que el director se estaba saltanto a la torera la fecha tope establecida por él mismo, y poniendo facilidades a la hora de pagar...

Pero es que, además, había otro problema en el que el previsor de mi director no había pensado. Las madres de mis niños, y en general todas las de infantil, cuando tienen que entregar en clase algo de dinero o una nota lo hacen dejándola en la bolsita del almuerzo de sus hijos. De ese modo, a las once, cuando yo reparto los bocadillos, las saco de las bolsitas. Pero el director debía llamar a la empresa de comidas antes de las diez de la mañana. Era imposible que antes de esa hora yo hubiera revisado ya las 28 bolsitas (entramos a clase a las nueve y media) para saber quienes se quedaban y quienes no. Y así se lo dije a la encargada de comedor, quien me miró espantada cuando le hablé de la carta... resulta que el director la había escrito y enviado sin consultarlo con ella. La pobre mujer no tenía ni idea de la existencia de dicha nota a la que, sin duda, se habría opuesto.

Para terminar, os diré que al final se apuntaron al comedor cerca de 130 niños (con equipamiendo para 50), que fue necesario organizar tres turnos, que esto afectó a los horarios de clase, teniendo que dejarlos salir media hora antes en algunos casos, y entrar casi una hora después en otros. Que las monitoras no quisieron repartir las chucherías que ofrecía el menú, por lo que tuve que hacerlo yo en horas de clase. Y que me resultó muy difícil explicar a los siete niños de mi clase que no se quedaron a comer que para ellos no había bolsita de golosinas...
En fin, ya véis que de mi director se puede decir, como poco, que es "muy original" en sus comunicaciones a los padres.

Maestla