domingo, 24 de marzo de 2013

"Bué"


- Muy mal, Betty, lo has hecho muy mal.
No me gusta decir estas cosas a mis niños, pero a veces es necesario.
En clase insisto mucho en la importancia de esforzarse, de intentarlo. Y en que no pasa nada si las cosas no nos salen bien.
- ¿Qué pasa si nos equivocamos? – Les pregunto a menudo, antes de comenzar un trabajo difícil.
- ¡No pasa nada! Porque estamos aprendiendo – Responden ellos, que ya lo saben de tantas veces como se lo he repetido.
- Cuando sí pasa es cuando no lo intentáis, eso no me gusta –les recuerdo, y mientras lo hago miro a Feli, que suele venir a mí con la hoja en blanco y la frase “es que no sé” en la boca.
- O cuando no pensamos –añade Fran, que ya va acostumbrándose a pensar, aunque sólo sea un poquito, antes de hacer su trabajo.
Pero lo del viernes no fue que Betty no hubiera pensado o que se hubiera equivocado. Lo que hizo Betty fue recortar rápido y mal para terminar pronto e irse a jugar. Puede que no sea muy habilidosa, pero el par de centímetros que separaban su corte de la línea por la que debían haber pasado las tijeras dejaban muy claro lo ocurrido.
Suavizando mi tono de voz, volví a preguntarle:
- ¿Por qué lo has hecho tan mal?
Ella se limitó a agachar la cabeza y mirar el suelo sin decir una palabra. Insistí, pero no sirvió de nada, así que le pedí que fuera a su silla a pensar por qué había hecho el trabajo tan mal, cuando ella era capaz de hacerlo mucho  mejor, y que cuando lo supiera me lo explicara. Un rato después se acercó a mí, todavía con la cabeza agachada, y me dijo que había querido terminar rápido.
- Muy bien. Pues ahora tendrás que volver a recortarlo, pero bien. Luego, podrás ir a jugar.
Y así lo hizo. Volvió a recortar mientras sus compañeros ya elegían las actividades que querían hacer: jugar, dibujar, mirar cuentos, escribir cartas… Cuando terminó me dijo que ella lo que quería era escribir una carta y le di permiso para hacerlo.
Cogió un papel, lo dobló en cuatro, dibujó el triángulo del sobre poniendo su nombre como remite y, por el otro lado, dibujó el sello y escribió el nombre del destinatario. Entonces se acercó y me preguntó:
- ¿Cómo se escribe “bué”?
- ¿Bué? ¿Qué es lo que quieres poner en tu carta, Betty?
- “No lo bué asé más”- dijo ella con un hilo de voz.
La carta era para mí, y el mensaje estaba claro: “No lo voy a hacer más”. Es la carta que más me ha gustado de todas las que he recibido de mis niños desde que pusimos el buzón en la clase.

viernes, 22 de marzo de 2013

Nuestra segunda postal


Hoy hemos recibido en el cole la postal de Luiseme (¡¡¡muchísimas gracias!!!) y les ha encantado 

He comenzado por enseñarles la foto de la postal, les he dejado cogerla uno por uno y mirarla y después, les he preguntado qué habían visto: el mar, edificios, hierba, arena... Yo sabía que no era el mar, porque había leído el texto, pero les he dejado equivocarse 

Una vez descrita la postal, he colgado en la pizarra la copia del texto (me he encargado de ampliarlo en la fotocopiadora para que todos pudieran verla). Y han comenzado a emocionarse al descubrir que eran capaces de leer alguna palabra. Algunos sólo podían leer una palabra. Otros, conseguían leer frases enteras. Y yo me dedicaba a subrayar de colores diferentes (en la fotocopia) lo que cada uno leía.
Hacía unos días que les había explicado lo que es un signo de interrogación, así que les he hecho fijarse en que el texto comenzaba con una pregunta: "¿verdad que parece el mar?" (o algo así, no la tengo aquí ahora...). Y así, se han dado cuenta de que no era el mar, como ellos creían. De modo que, antes de seguir leyendo, hemos estado hablando: si no es el mar ¿qué es?
Han hecho suposiciones: ¿una piscina? no, porque no sería tan grande. ¿El cielo? No, porque no hay nubes. ¿La hierba? No, porque la hierba es verde, no azul...
Y una vez despierta su curiosidad, hemos seguido leyendo...

- ¡Mira! ¡Ahí pone miedo! - ha dicho Kevin.
- ¿Y por qué pondrá miedo? - he preguntado yo.
- ¿porque es muy profundo y se puede ahogar?
- ¿porque hay tiburones?
- Pero en los ríos no hay tiburones...
- Pues entonces cocodrilos...

La conversación ha seguido, y seguido, hasta que Judith ha preguntado: "¿por qué hay unos números al principio?".
Les he explicado que era la fecha en la que nos habían enviado la postal. Y entonces, hemos cogido el calendario para ver cuántos días había tardado en llegar.
Entonces Nuria se ha dado cuenta de que antes de los números había una palabra. "Esa es la ciudad desde la que nos la han enviado. A ver quién puede leerlo".
En seguida han descubierto que ponía Barcelona y Fran ha dado por supuesto que eras del Barça 

Después de eso, hemos colgado el mapa del mundo en la pizarra para intentar encontrar el río Amazonas. Como en la postal nos decías que estaba en América del sur, hemos comenzado por buscar América. Ya sabíamos donde estaba, porque Arianne nos había hablado de Venezuela en su postal, pero como América es muy grande, me han preguntado por dónde tenían que buscar. Les he explicado dónde estaba el norte y dónde el sur, y se han puesto a tratar de descifrar nombres de ríos.

- ¿Esto es un río?
- No, eso es el océano Atlántico...
- ¿Y eso, es un río?
- Sï, pero no está en América

Finalmente, Judith ha encontrado el Amazonas y, muy orgullosa, les ha enseñado a los demás dónde está.
Pero el mapa les ha despertado más curiosidad, así que hemos podido seguir hablando de otras cosas. De porqué hay colores diferentes en el mapa, de si hay montañas en el mar, de dónde está la montaña más alta del mundo, de si Nuria fue a Groenlandia el fin de semana pasado, cuando fue a la nieve, o si se quedó más cerca...

En fin, gracias a tu postal, Luiseme hemos pasado una tarde muy interesante en clase, los niños se han sentido muy orgullosos de poder leer casi todo el texto, han hecho grandes descubrimientos y han sentido una gran curiosidad ¡¡Muchas gracias!!

(En realidad esta postal llegó a nuestra clase el 13 de febrero y esta entrada está escrita desde entonces... ¡ya era hora de publicarla ¿no?)

Castillos y princesas


Un día, aprendiendo cosas sobre los castillos,se organizó un debate en la clase acerca de qué era una princesa y si  las princesas existían en realidad o sólo en los cuentos. Todo comenzó porque Nuria trajo unas fotos de castillos para colgar en la clase. Había fotos de castillos reales ("esas las ha elegido mi madre" decía Nuria) y otras de castillos de cuentos, pintados de rosa y llenos de florecitas, corazones y princesas ("esas son las que he elegido yo").
Al verlas, las estuvimos clasificando según si eran o no reales. Kevin, que siempre tiene que opinar, no tardó en decir que "las princesas tampoco son reales".
- ¿No? -pregunté yo- Bueno, ¿pero tú sabes lo que es una princesa?
- Claro -dijo él- es una chica, así como tú y muy guapa.
- ¿Ah sí? ¿Una princesa tiene que ser una "chica mayor", como yo?
- ¡Claro!
- Y una niña, o un bebé ¿no puede ser una princesa?
- Noooooo- respondieron todos, casi riéndose de mi ignorancia.
- Y si es fea ¿tampoco puede ser princesa?- continué preguntando.
- ¡Claro que no! Las princesas son guapas.- Y en eso estaban todos de acuerdo.
- ¿Y los príncipes? ¿Pueden ser feos?
Aquí ya no hubo tanto acuerdo. Después de una breve discusión acerca de si los príncipes pueden ser feos o no, volvieron al tema de la realidad.
- Lo que está claro -aseguró Kevin- es que las princesas no existen.
- ¿Por qué estás tan seguro?
- Porque he recorrido todo Tavernes (nuestro pueblo) y hasta París, y no me he encontrado con ninguna.
- Pues yo he ido hasta China... -intervino David.
- ¿Estás seguro de que has ido a China?
- ¡Sí!
- No, David, yo creo que no has ido a China nunca.
- Bueno, no, pero he ido a Canet (un pueblo cercano).
- Pues yo creo que sí existen las princesas... pero sólo en China o en "japonés"- sentenció Fran.

Les dejé pensando ese día y me propuse encontrar un retrato de alguna princesa real y fea :) ¡¡Y lo conseguí!! Ahora ya saben que las princesas son las hijas de los reyes y las reinas, que son princesas desde que son bebés, y que si son feas... ¡mala suerte! Pero que seguro que no les gustaba que toda la gente les dijera una y otra vez lo feas que eran.
Si alguien tiene curiosidad, esta es la foto que -sin buscar demasiado- encontré y les llevé a clase :D

miércoles, 6 de marzo de 2013

¡¡¡Postales!!!

La gente que me conoce sabe lo mucho que me gustan las postales. Cuando mis amigos y/o familiares viajan están obligados a traerme unas cuantas o muchísimas, depende de la confianza. 
Hace un tiempo descubrí Postcrossing y desde entonces mi colección ha aumentado de forma espectacular. 
Pero en Postcrossing he encontrado algo mejor que un puñado de postales: un grupo de gente maravillosa.

Precisamente una de esas personas que, como yo, colecciona e intercambia postales, se ofreció un buen día a enviar una a mis alumnos. Y lo hizo. 

Un buen día llegó la directora a clase y nos dijo "el cartero ha traído algo para vosotros". 
Los niños se sorprendieron mucho y se pusieron contentísimos. 
Antes de leerla estuvimos pensando quién habría podido enviarla ("Seguro que ha sido mi mamá" -dijeron Laia y Kevin) y después de leerla estuvimos viendo las diferencias entre una carta y una postal. 

Como pocos días antes habíamos estado viendo un mapa del mundo para descubrir que además de nuestro pueblo existen muchos otros lugares, algunos cerca y otros lejos, estuvimos buscando el lugar en el que había nacido Arianne, la amiga que nos hizo felices esa tarde. 

- Ahora ¿le escribimos nosotros una carta a Arianne? -propuso Judith. 
- ¿Queréis hacerlo?
- ¡Sí! ¡Sí!

Y, dicho y hecho: nos pusimos manos a la obra y, en poco tiempo, todos mis niños habían escrito una carta y hecho un dibujo con el que agradecer tan bonito detalle. 

Yo, mientras tanto, pensé que me había encantado la experiencia y que quería repetirla. Y pedí a los demás amigos de postcrossing que enviaran postales a mis niños. Ya tengo más de veinte y, poco a poco, las iremos viendo... 

viernes, 1 de marzo de 2013

Si he sobrevivido...

En el tiempo que llevo dedicada a la enseñanza he descubierto que la frase "si he sobrevivido a un día como el de hoy, puedo sobrevivir a cualquier cosa" viene a mi cabeza con más frecuencia de lo que sería adecuado para mi salud mental. Hoy ha sido uno más.

Este curso mi aula es lo que los políticos llaman "pabellón prefabricado" (algo como esto, aunque este no es mi colegio)y los padres "barracón": Paredes metálicas, techo metálico, pocas ventanas, suelo que vibra cuando los niños se mueven (tanto, que a veces se salta el CD si estamos escuchando alguna canción) y temperaturas extremas. A principio y final de curso sobrevivimos gracias al aire acondicionado. Durante el invierno, no podríamos hacerlo sin la calefacción. Cada mañana el conserje enciende mi aparato calefactor a las ocho para que la clase se vaya caldeando. Aún así, cuando yo llego casi una hora después, el agua de la botella que dejo sobre mi mesa está tan fría que parece recién sacada de la nevera. 
Pero la cosa ha sido aún peor hoy: una ola de frío con temperaturas a las que estamos poco acostumbrados, lluvia casi continua desde hace dos días, ni un rayito sol...  y una avería eléctrica.
Cuando he llegado a trabajar he sabido que no había luz y que los electricistas todavía no habían aparecido. Todo el colegio estaba helado, pero más aún las dos aulas prefabricadas. 
A las nueve, en el momento en que se abrían las puertas y los niños comenzaban a entrar, han llegado los electricistas. He hecho pasar a mis niños a clase, pero no les he permitido quitarse las chaquetas: hacía demasiado frío. Les he dicho que estaríamos así hasta que arreglaran la luz y pudiéramos encender las estufas. 
Pero el frío no era el único problema. La escasa iluminación tampoco ayudaba. He descolgado de la pared las cortinas de una de las ventanas. Las otras dos no tienen cortinas, pero tienen unas placas exteriores a modo de persiana que quitan mucha luz. Puesto que, además, el sol no estaba a la vista ni tenía previsto aparecer, decir que veíamos lo que hacíamos es ser generosa. 
Comenzar a "trabajar" estaba descartado: los niños no podrían casi ni ver la pizarra y mucho menos sus fichas. "Que bailen, y así al menos entran en calor" ha sugerido la directora. Pero hacer eso en un aula en el que cualquier movimiento un poco más brusco de lo normal hace que algún objeto caiga de la estantería no me parecía una buena idea. Además, no teníamos música, claro. Las opciones eran un poco limitadas pero he conseguido mantenerlos entretenidos mientras deseaba mentalmente que los técnicos consiguieran reparar la avería cuanto antes. 
Casi a las once la directora ha vuelto por clase: todavía no sabían con certeza dónde estaba la avería, pero lo suponían: bajo una de las aulas prefabricadas. Resulta curioso que tarden tanto en decidir dónde colocarlas, que ignoren nuestra opinión al respecto, porque es mejor tomar una decisión basada en criterios técnicos que en criterios pedagógicos y que al final, su decisión cause problemas técnicos... Porque, evidentemente, era imposible mover o desmontar el aula para solucionar la avería.
Y los problemas seguían. Porque a esa hora llegaba la furgoneta de reparto del comedor, pero la "mesa caliente" no funcionaba y no podía mantener caliente la comida de los niños. Pero tampoco funcionaba el microondas para calentarla. Ni siquiera funcionaba el lavavajillas ni había agua caliente para lavar los platos. Por no hablar de la nevera...

Llegado a este momento lo razonable quizás habría sido llamar a los padres, uno por uno, para informarles de la situación. Y que, quien pudiera, se llevara a su hijo a casa para que dejara de pasar frío y para que pudiera comer caliente. Pero es que tampoco funcionaba el teléfono. Porque hace un mes nos obligaron a cambiar nuestro teléfono, el de toda la vida, por un nuevo sistema de telefonía IP. Que además de funcionar bastante mal (es una larga historia que no voy a contar ahora) necesita estar conectado a la red eléctrica; cosa que, evidentemente, hoy no ha sido posible.

A la hora del almuerzo no he tenido valor para hacer que los niños se lavaran las manos en agua helada. Es verdad que helada está siempre, pero al menos en un día normal entran en calor rápidamente. Se han limpiado las manos con toallitas húmedas y he decidido que después del almuerzo saldríamos al patio a jugar un rato. Vale que era un día frío, vale que el patio está lleno de charcos porque el hormigón del suelo está levantado por las raíces de los árboles. Pero es que en nuestra clase hacía todavía más frío, y al menos fuera podrían correr y entrar en calor. De todas formas mis dudas han terminado pronto: ha comenzado a llover de nuevo y la opción de salir se ha evaporado rápidamente. 

En fin, como he dicho al principio, he sobrevivido a este día. Y me alegra decir que mis niños también. A las doce, cuando los que no comen en el comedor se iban a casa, los técnicos estaban colocando un nuevo cable que -creo- sustituirá al que está averiado bajo la prefabricada. Nada más han tenido que traer más de cien metro de cable, pasarlo por encima de los árboles y los edificios, agujerear la pared de uno de los edificios y dejarlo todo funcionando... una hora después de que los niños se hubieran ido. 

Espero que el lunes la luz funcione. O que, al menos, llegue la primavera.